Saturday, December 30, 2006

LLEGO LA HORA DE QUE YA NO LLEGUE MAS Y CON ELLO

Temor y pasión, euforia y dolor, luz y oscuridad son el éter que me envuelve en esta celda a la que llamo habitación(cuatro paredes y una ventana y una puerta, una mesa, una silla, libros, libros, libros) donde intento escribir y extenuado soy incapaz de pergeñar cualquier cosa que no sea unas anodinas y mediocres líneas de mierda que no dicen nada de nada. NADA. Sólo letras sin sentido alguno que hieren mis ojos como espinas cuando se posan incautos sobre ellas.
Y es que no me hallo; no me encuentro porque estoy perdido en elucubraciones de perezosa inconsciencia en el vacío donde he acabado viviendo. Todo aquí es plúmbea parsimonia impidiéndome saltar la valla, baja y lineal, que mi cobardía me ha auto impuesto en el horizonte de mis anhelos.
Jodidos anhelos.
Ya es de noche, creo, y me embarga una modorra soporífera que atenaza mis dedos y dudo. ¿Podré escribir algún día algo que me satisfaga o conmueva o emocione o perturbe, o tan sólo que impida que me odie como lo hago?,me pregunto mientras un bostezo se escapa apático por mi boca y se escurre hasta caer al suelo.
Turbio, todo son colores turbios en la paleta de mi alma, y más sucio es el pincel con el que pinto la vida, el pincel grosero de mi devenir del día a día con el que emborrono el lienzo de mi existencia.
¡Qué mierda estoy diciendo!, si este patetismo no es auto compasión... PATETISMO DE PATETICO... PALABRA COMUN EN OTRA BOCA QUE NO ES LA MIA.
Dicen los que saben que el escritor se forja despacio, lentamente, minuto a minuto, hora tras hora, días seguidos de días que forman meses y estos años; y Bukowski era un borracho, me entran ganas de reír. ¡TRES HURRAS POR EL CARTERO!
Él lo sabía.
He abierto una botella; de vodka, y su cristal centellea con la mortecina luz de la pantalla velando mi insomnio.
Doy un beso prolongado y me concentro de nuevo, al menos lo intento, como un loco sin medicamentos que ve poco a poco resquebrajarse la porcelana de sus pensamientos. Y sonríe feliz, babeando, escupiendo palabras, signos insólitos de mandril lobotomizado.
Fijando mi vista en la pantalla comienzo a escribir incoherencias buscando en una frase cualquiera la inspiración, en cualquiera, pero no hablo sobre nada, todas las palabras son un reflejo de mi interior: hueras, frías....
Me desespero, un malestar corrosivo me sube del estomago y lo peor es sentir como sube, cómo primero trepa ávido por mi esófago y luego mi traquea y laringe y se queda en mi boca dejándome un sabor amargo de bilis mezclada con vodka, néctar purulento de intestinos.
En un pueril intento de disiparlo le doy otro trago a la botella y me enciendo un cigarro; luego otro trago, y otro, y ya me voy sintiendo un poco confortado, incluso lúcido y despierto, borracho. Eso es bueno.
Al fin, como un boxeador al que habían tirado a la lona me recupero cuando oigo el nueve y comienzo a escribir aporreando con ardor las teclas, pero ya estoy tocado y el ardor dura poco, simplemente lanzo puñetazos al aire porque a cada frase me surgen dudas : ¿qué escribo? ¿cómo sigo? ¿de qué hablo? Ni siquiera soy consciente de las cenizas que van cayendo de mis labios y se posan en las teclas, entre las teclas, en mis dedos hasta que pasa un buen rato y ya he dispersado por el teclado el polvo gris de mi indigencia creativa. Sólo me queda entonces soplar pero la ceniza, terca, se niega a marcharse y a cada soplo veo resignado cómo se instala entre las rendijas escondiéndose aún más de mí, como ideas que se escabullen cuando respiro.
Otro trago.
Otra calada. Estoy noqueado.
Aplasto la colilla en el cenicero con rabia, ejecutándola como cabeza de turco hasta que mis dedos acaban tiznados y cierro los ojos oyendo de nuevo la cuenta como un sonsonete en el oído, 1, 2.....,8....9, bruscamente me levanto y casi tiro la silla y la botella, miento, la botella no porque mi mano no ha dejado en ningún momento de aferrarla como a un salvavidas controlada por el hemisferio subversivo de mi cerebro. Traidor...
Acabo sentado en el suelo cubriéndome la cara con las manos, estas manos que están temblando y hacen zozobrar el cosmos de mi ser acariciando mis lágrimas de vagabundo ebrio obteniendo que se mezclen con las manchas brunas de la punta de mis dedos como petróleo violando una playa.
A través de ellos miro la botella, pervertidora; tan seductora como UNA MINA EN PELOTAS...
Aquella parte de mí que me ha traicionado me susurra con malicia, me conmina a levantarme y recogerla, abrirla y beber de ella, a arrastrarme, pero esta vez permanezco quieto, como si mi cuerpo hubiese mudado en piedra y mi mente careciese de poder sobre ella, fuerza para asirla y tirar de ella por más que empuja y empuja. En cambio me derrumbo y quedo fláccido sobre el suelo contemplando el techo con mirada vidriosa, ajena, como quien mira a través de las cristaleras de una gran iglesia, pero en vez de vivos colores mis ojos miran por cristales opacos que adulteran la realidad y me turban, no podía ser menos.
Entonces los cierro y mi oscuridad se llena de centellas revoltosas que me deslumbran y aguijonean como torvas luciérnagas y avispones exigiendo que abra los ojos y me levante. Hijas de puta....
Comenzar a cavilar y discurrir y reflexionar sobre esto me pone nervioso, me angustia, me atrapa dentro de una burbuja de latón donde sólo percibo el tamborileo rítmico de mi corazón y sudor frío como gelatina deslizándose por la piel hasta que no lo aguanto más y me levanto desesperado para lanzarme al ordenador y apagarlo.
DIOS, ¿qué me pasa?. Me intento relajar respirando profundamente, reteniendo el oxigeno en mi interior hasta que lo expulso despacio, muy pero que muy despacio intentando exorcizar con ello las sombras danzantes que me circundan.
Habrá, de algún modo, que hacer soportable la espera. De nuevo saldrá, como todos los días y no sé dónde me va a descubrir esta vez, tirado, exhausto en algún sitio o en algún tugurio o en alguna cama que no es la mía embadurnado de perfumes robados a la muerte. La mañana otra vez llegará con las manos vacías, sin esperanzas, y sólo tal vez algún día no estaré esperándola...

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