Sunday, November 18, 2007

Un Yo Poetico y el Mio

“-Mi yo poético debe de limitarse a ser el guardián espiritual de mi casa. Le tengo denegado el acceso a mi vida en sociedad. La poesía y la eternidad no tienen un espacio público, porque al estar siempre enfermas deben de guardar reposo en la habitación de cada uno. Es la enfermedad que más libertad tiene entre todas las enfermedades, y la más noble. Es un personaje efímero que tan solo se hace presente en contadas ocasiones de la vida, en la lírica oculta de ésta. Nunca le he visto el rostro, pues tan solo en contadas ocasiones lo vi de espaldas. Tan solo sé que no puede ser ni será nunca prosa, porque es una esencia tan dinámica y escurridiza como la luz del tiempo, si podemos creer realmente que el tiempo es luz. En muchas ocasiones el lenguaje es una macabra interferencia para mi yo poético, porque aterrizar en el papel, puede suponer una inesperada perdida de identidad para el poeta. Es entonces cuando las palabras se convierten en mera tinta, y los universales poéticos quedan atrapados para siempre en el papel. El yo poético no ha nacido para aterrizar en el papel, sino para perderse en el nublo, en esa dulce patria de algodón en el que todo pensamiento cabe. No obstante el mundo como concierto de voluntades, sin ningún trasfondo propio con el que pueda imaginarse a si mismo como una persona de carne y huesos expulsados del edén, deberá de quedarse con esa voluntad inarmónica con el que sorprendentemente se construyen nuevos monumentos, rascacielos y pirámides, en honor a las nuevas edades.
El yo poético debe de ser un enfermo convaleciente, con un paño impregnado de agua helada en la frente, y hablando con lenguas extintas para poder comunicarse con los antiguos dioses, que no fueron capaces de aprender los nuevos dialectos que existen en la tierra. Es una voluntad que ha nacido para dominar con su arte, pero como nadie puede comprender la lengua con la que hablan las olas del mar, la lengua con la que hablan el sol y las nubes, y la lengua con la que hablan los pájaros al llegar el amanecer, debe de ocultarse para que nadie se asuste de las profecías de todo ese derroche de la naturaleza, para poder comunicarse con el hombre. el yo poético es mucho más que una personalidad fingida, porque se oculta tanto entre los matorrales para espiar a los viandantes por el parque, que nadie conoce su rostro, es incluso capaz de burlar a la muerte y de esconderse en las sombras de las rúas de las ciudades espirituales de nuestros sueños, para pervivir por siempre en nuestra memoria. Odia la vacuidad a excepción de aquella que es mística, el único que no cree en un principio y en un final, pues la cultura refinada de las masas ni siquiera piensa lo que hay detrás suyo, ni lo que hay por delante, tan solo en el momento de la vanguardia. No porque sean filósofos del instante y la expansión, porque en la parcela de su intimidad y su discurrir cotidiano, hay muros intransigentes en los que ni siquiera se pueden escuchar las voces de sus vecinos. Yo creo en mi voluntad, yo creo en esa ficción que supera a todo lo real por todo su dramatismo y toda su profusión de sentimiento, que ya ha puesto su ancla en una nube sagrada, para escuchar por siempre el canto velado y enigmático de la noche. Si al tiempo no le salen nunca arrugas, tampoco le podrán salir nunca a mi yo poético. Nunca vencerá al tiempo, pero tampoco será vencida por éste, y ambos convivirán en paz y armonía, secula seculorum, en la cima de la inconmensurable montaña del ser. La montaña del ser, no tiene ningún dios, ni gobierno, y el ser de la poesía tendrá derecho a vivir allí sin que nadie perturbe su calma nunca.

-¿Quién es entonces esa voluntad imaginaria, que tan idealizada tienes?, ¿Un lobo solitario que corre en la llanura?, ¿el caudal del agua que como el mismo espíritu del tiempo va corriente abajo? No me convence en absoluto esa ausencia de fronteras creadora. Nuestro yo poético es como un león humillado, que esta encerrado en una pequeña jaula, y que gruñe inocentemente ante la atónita mirada de todos los espectadores que participan de su subasta. Recuerda que la idiosincrasia no puede difuminarse en un cuadro esplendoroso como lo es el cielo. No me gustan tus apasionados gritos de libertad, los contratos sociales fueron firmados hace mucho tiempo para que el hombre no pudiese pensar. No te quedes sentado en la estación abandonada de la poesía, levántate y fortalece tus músculos con el trabajo, sigue a la masa que camina por el desierto sin saber hacía donde se dirige. Yo soy su pastor en el desierto y les digo cuando tienen derecho a respirar, y les ordeno los temas sobre los que deben hablar, y le doy más fuerza al grifo del sol si se comportan mal. La creación de ese yo trascendente responde a una cadena de necesidades y a una mera voluntad biológica por preservar nuestra supervivencia. Debemos de cerrar muchas puertas, no podemos permitirnos el lujo de dejar a artistas extravagantes guardando reposo en cama. Las manos fueron hechas para trabajar, pero no para escribir, los ojos fueron hechos para mirar pero no para comprender, las orejas para recibir órdenes pero no para interpretarlas, los labios para asentir pero no para negar. Nada debe de quedarse en casa, todo debe de salir fuera de ella, interioridad y exterioridad deben de coincidir. El estado debe de controlarnos a todos, el único modo posible de que exista esa anhelada razón suprema es que no existan yos poéticos sino yos económicos. Me gustaría desautorizar a todos aquellos maestros de oratoria que pregonan la independencia de los sentidos, y la libertad de la poesía en la vasta llanura del ser. Todas sus almas deben de venderse al mercado al mejor postor, pronto la tuya será encadenada con grilletes y subirá a la tarima como una esclava”.
Silencio, no escuché nada más en mi diálogo interior, aquel pasajero maldito que tengo dentro se había callado por un instante. Parecía como si hubiese escuchado el murmullo de un hombre que me hablaba desde lejos, mezclado en la multitud, con sus gafas de sol oscuras, y un rostro impenetrable a cualquier emoción. Sabía que el sistema me vigilaba mediante aquel hombre. O tal vez el sistema mismo se había reencarnado en ese hombre hostil, con ojos de acero, y con labios agresivos que estaban programados para dar órdenes. Era un intruso de la verdad que había amado en mi infancia, pero que había empezado a odiar. Mientras el sol hacía su imperturbable vuelta alrededor del cielo, nos quedamos paralizados, la gente nos esquivaba pues no podían saber si éramos mimos o auténticos profetas que nos querellábamos por un pedazo de cielo. Sus gafas de sol ocultaban su rostro, aunque yo sabía quien era: no podía ser otro que el capataz de la inmensa fábrica de la sociedad, el único con el poder de pedir a unos que se levantasen y a otros que se arrodillasen. Es el único que probablemente sabe cuando nació la industria y cuando deberá de perecer. La noche caía sobre nosotros, y la mayor parte de los transeúntes habían desaparecido. Estuvimos todo el día mirándonos a una distancia prudencial, la comunicación era una poderosa mezcla entre intuición y telepatía. Estábamos en la plaza pública como si fuésemos dos estatuas con nuestros puntos de vista que en ningún momento quisiesen ceder a las amenazas del contrario. Aquel enemigo acérrimo de mi yo poético, estaba condenado a desaparecer, porque la voz del pueblo no tiene una enfermedad de origen divino. Se volatilizó como si mi poder mental hubiese podido detectar un intruso y hubiese podido matar a ese espejismo fatal. Como si mi yo poético fuese un astro que viaja por el espacio y hubiese desviado a un meteorito que tenía la intención de aplastarlo. De hecho nuestra dispar fuerza de gravedad nos había separado por completo en el espacio y la imaginación. Tal y como quedo reflejado en esa discusión, que quedó ahogada para siempre en la penumbra de la noche. Mi yo poético es una enfermedad mucho más poderosa que las enfermedades de origen burocrático y económico. Sin embargo, para algunas personas prima el yo de la industria y de los avances tecnológicos, es una predestinación parecida a la del sol creciendo hasta aplastar a la tierra. El misterioso hombre inexpresivo con mono azul y con gafas oscuras a quien vencí, en esa batalla estética y de emociones encontradas, sabe mucho más de la ciencia nihilista que mi yo poético. Éste es una presencia ficticia que se ha suicidado en muchos mundos esenciales y existenciales, pero ha sobrevivido en cada desaparición, porque siempre se ha ocupado de glorificar cada mundo en el que ha caído en combate. En efecto, mi yo poético no puede salir de las pesadas sombras de mi hogar. Sería una fácil presa de los dogmáticos escarabajos de oficina, de los provincianos que como elefantes siempre van en manada y ocultan su ingenuidad con sus trompetazos y con sus pisadas de mastodontes en el suelo, y de las mortecinas y desdibujadas miradas de todos aquellos que ya han asentado cátedra en el museo ...

Wednesday, June 20, 2007

Necesito un Exorcismo...

Un alarido que nace desde mi interior desgarrando mis entrañas es devorado por el silencio de la noche, remotamente lo siento difuminado en el eco de mi habitación, al otro lado del muro, pasado el efecto de las pastillas. Despierto.

Semejante a un estallido de conciencia imagino mis pupilas en extremo dilatadas a punto de reventar inyectadas en sangre, mientras el sudor frío resbala copioso desde mi frente a través de todo mi cuerpo húmedo, pegado a las sabanas, luego de una que otra convulsión. Suspendido, retengo mi respiración esperando a que vuelvan los pensamientos martillando mi
cabeza, la escena de horror atraviesa mi mente nuevamente y me veo a mi mismo acogido por las sombras surcando la nada a ciegas, corriendo sin poder moverme a través de un largo túnel observo al final un haz de luz que se abre, arrebata mi cuerpo de mis perseguidores. Vuelto a lo que llaman la realidad. Un escape no del todo exitoso, calculo para mis adentros, pues me siento observado. Sé que aún siguen aquí, conmigo, muy cerca.

Más cerca de lo que yo mismo pienso, tal vez.

Busco algo de aliento, un leve suspiro de espaldas a mi lecho, mirando ese techo pintado del monótono color blanco. Sigo con vida, lamentablemente. Pienso, con solo cerrar los ojos puedo ver ese cúmulo de rostros deformados llamándome a gritos. Petrificado por el miedo que atenaza mis articulaciones, como en cámara lenta, "ellos" se acercan a paso cada vez más
rápido hasta hacerme presa fácil del pánico, entregado resignado a mi evidente destino. Los busco con la vista, pero no los puedo localizar donde quiera que ellos estén. Solo en la oscuridad, un susurro ligero que me despertaba los miedos mas escondidos, entonces despertaba nuevamente.

No he querido comentarlo hasta el día de hoy por el miedo a que las pesadillas vuelvan otra vez. No quiero sentir más miedo, pero la realidad golpea la puerta de mi conciencia, un martilleo en mi cabeza constante sin descanso alguno. ¿Quién sabe? Quizás aún sigo dormido, pero el efecto de las pastillas han doblado mi conciencia hasta hacer delgada, casi infima, esa línea entre la ficción y la realidad. Sin embargo, sé que estoy vivo...

Thursday, April 05, 2007

Neuronas trabajando...

Somos agua del río
resilente paciente
recalcitrante.

Del gran río de la vida
que es un día,
del gran río de los días
que son una vida.

Aguas viajantes
crédulas sueño
que transmuta transmigra
divaga vuela y retorna
perennemente.

Realidad compleja, a partir
de realidades
vida tras la vida y…
casi una muerte
de todos los días;
mirándonos
del fondo de un espejo
que es nuestra mente.
Somos su extraña simbología
su alegórica configuración
ve
la
dos
ve da dos
inmarcesibles,
la arena del reló
sus dings y sus dongs,
volubles fugaces inquietos
tic tacs – tic tac tocs

no roca rígida espesa
fría y estática
Somos
laúd cuerdas notas e intérprete,
huellas del camino
- y él es sólo ellas -
no muerte,
que no admite evolución.

Somos parábola pluriversa
de infinita interpretación
acción – reacción
causa de un efectoefecto de una causa
palabra punzante transformadora
hiriente creadora sagaz…
no silencio, sino el sonido de su intimidad.
Matiz de palabra
frecuencia amplitud periodo
retroalimentación M*C2.
Somos fluido vital
carmelita blanquecino
lenguaje de la parábola
dios entre dioses
eterno interrogante -¿-
misterio infundido no – creado
que empieza termina y vuelve a empezar,
olas undívagas
cuantos
inestables
ponderadores in-ponderables,
tres puntos coma y punto final.

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Monday, February 12, 2007

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Cuando te conocí nos unieron las palabras.

¿Fue un Hola? Creo que si, según recuerdo.

Y después me quedo tu silencio.
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Silencio... Tan necesario. Solemne, ¿no?

Aprendiste a interpretar por que hablo, porque quiero decir algo, un piropo. Si, un lindo piropo.

¿Y sabes que te digo cuando me quedo callado?

¿No te han hablado mis silencios? A gritos interiores. Alaridos sin voz propia que se exteriorizan de alguna manera hasta tu persona.

Porque aunque pueda inventar una nueva palabra, al tiempo envejecerá. Como tantas otras frases de amor. Ahora mismo... por ejemplo.

Porque cuando me quedo callado puedo captar los tuyos.

No quiebres mis silencios. No hay por que apresurarse.

Porque quiero que hablen mis manos, mis ojos, mis labios... pero mudos.

Un buen consejo es hablar con los gestos. La presencia ausente de las palabras.

Silencio...

Si me miras parecen que te absorben mis ojos.

Y no me lo dijiste. Me lo gritan tus silencios.

Estoy tan seguro de aquello como cuando se me erizan los bellos de los brazos al imaginar tu piel. Pero si hablas, pierdes detalles de mi conducta cuando te fijas en lo que te hablo.

Y si aún así persistes en el son de mi voz, no te fijes en lo que digo; mira mis labios y date cuenta de la sonrisa que tus silencios me hacen esbozar. Fíjate que soy humano y que tiembla mi voz, date cuenta que se pone mas ronca, acompasada, lenta. Porque con el tono te hablo.

¿Que te digo cuando hablo con mis silencios?

¿Lo habías pensado alguna vez?

Claro que si, lo pensaste, ¿te das cuenta? Me lo dijo el susurro de tus delirios. Suaves, muy suaves al oído.

Escucha mis silencios... no mis palabras.

Porque aún no he mentido con el corazón palpitante, porque no he fingido esa humedad que humecta mis sueños cristalinos.

Porque después de tanto hablar, quiero callar de una vez.

¿Me dejas? Si, silénciame, así como lo sabes hacer.

Callame...

Por favor, como solo tu puedes hacerlo...

Tuesday, January 23, 2007

Una Llave

El fino cordel que Satanás posee, del cual pende una llave roja y que arde como el infierno, que abre la puerta de nuestra voluntad; también puede decirse que los razonamientos que usamos para justificar nuestros actos malos, son los hilos que dejamos para que el Padre de todas las mentiras tire de él para acercarse más a nuestro corazón.
El razonamiento vano con el cual queremos cubrir nuestras malas acciones, son la conexión invisible que une nuestra voluntad a la voluntad de Satanás. Es la oración a Satanás, es la venia mal disimulada con la cual decimos: "toma la llave de mi voluntad pero yo no te la estoy entregando, me opondré a que entres en mi, aunque te deje acercar, te escucharé pero ten la seguridad que no te obedeceré", y así un día terminaremos diciendo: "…Bien, no entraré en el Reino donde está el Padre, pero seguro que mereceré otro no muy lejos…".

…Y así también un día verán las fuertes cadenas en forma de apatía espiritual, duda en lo que antes era testimonio, pecado moral en lo que un día fue castidad y autodominio.

Y así un nuevo rezo de excusas y resentimientos formarán el nuevo credo propio de aquel que un día brillo y hoy es un ángel caído.
De esta triste manera la religión llega a ser como ombligo absurdo en la vida del ser que prefirió dormir antes que trabajar, recibir en lugar de dar; procurar ser querido en lugar de amar; vestirse bien él, en lugar de abrigar a otros.

Hoy pienso que hay mucha gente que cree que la religión en su vida, es como un ombligo. Sabe que alguna vez vivió por él, pero ahora ya no sabe que utilidad darle y piensa que puede vivir prescindiendo e él.

Saturday, December 30, 2006

...ME ROBARON EL ALMA.

.....bajo un sol mortecino ando por calles monótonas que guardan el margen de un río, cuyas aguas, turbulentas, componen y modelan siniestras formas de autos, motos, camiones y buses; formas éstas que resultan opacas entre cendales de suciedad que, enturbiando mis ojos, oscurecen mi vista. Además, el río en ningún momento cesa el plañido iracundo que taladra mis oídos. En un vano intento de escabullirme de aquella batahola que hiere mis sentidos me echo a correr; pero nada, allí sigo, a la orilla de este río que me atosiga. Paro a descansar y recuperar el resuello. Levanto la cabeza y veo cómo hileras de ojos ciegos me están mirando mientras devuelven el reflejo de mi estupor. y demonios a los que no había visto se apartan de mi lado mientras me miran espantados. Yo a lo mío. Prosigo mi camino cada vez más confuso. No quiero angustiarme, pero me temo lo peor. Tras andar un buen rato que me resulta eterno, hallo tras una cancela talladas en la piedra unas escaleras que suben a no sé donde. Yo las subo y ya veremos dónde me llevan; espero que lejos de este río y sus demonios. Subo y subo, peldaño tras peldaño esta escalera de caracol, así al menos me lo parece, sin que jalone ninguna cumbre. Si no fuera porque subo y no bajo, estaría seguro de estar yendo derecho a los infiernos. Que cosas. Me encuentro ya muy cansado, las piernas me tiemblan y no veo aún destino, pero yo mismo me doy aliento y continuo, no cejo mi empeño de dejar lejos el río. Así cansado y bufando, un instante después, para mi sorpresa, me descubro en un jardín. En él una gran fuente de piedra añosa que escupe solemne por sus mil bocas el jugo de plata que me cautiva, como lluvia tañendo perezosa el agua serena de un estanque, me recibe. Al fin descanso y respiro tranquilo, absorto en la melodía que ofrece a mis oídos la fuente. Me tambaleo. Contemplo a mi rededor y la promesa de un vergel inesperado invita a seguir olvidando el cansancio. Con este pensamiento en la cabeza dejo atrás la fuente renqueando, no sin echar una última mirada de soslayo, y me aventuro en un laberinto que parece envolverme en sus verdes brazos al mismo tiempo que me enseña caminos donde entre hermosas flores que colman el aire de fragancias y la fronda de árboles silentes que me contemplan amables, hallo estatuas de dioses y dríades que bailan y cantan ajenos al frío del mundo, fuentes que rielan al compás que dibujan los rayos del Sol, fastuosos estanques donde poder contemplar en sus aguas de lazulita el reflejo del cielo. Y al fondo un castillo. Todo lo contemplo con una mezcla de alivio y emoción. Tiene buen aspecto. Ando y ando y poco a poco el laberinto me va perdiendo en un caos de serenidad ¿Dónde me encuentro? Las estatuas me miran pero nada dicen Quizás haya cosas que no tengan respuesta, si ellas me preguntaran quién soy, yo también habría de callar. En el agua de un estanque intento ver mi rostro y sólo vislumbro el reflejo titilante de las primeras estrellas. Absorto en tales cavilaciones, el suelo cede de repente bajo mis pies y caigo. Lleno de terror me parece desvanecer en el oscuro vacío que me rodea y envuelve hasta que de pronto me zambullo en agua fría que me recibe voraz. Allí alcanzo a oír el canto sombrío de la tristeza que me acoge en su seno. Me pregunto azorado si acaso no habré caído para mi tormento en la laguna de Estigio. El horror me ahoga en este agua de oscuridades, mas no sin una nota de alegría y satisfacción porque compruebo en estos momentos de pavor que he recuperado mi boca, sí, pues ya grito.... ¿habre recuperado mi alma?

LLEGO LA HORA DE QUE YA NO LLEGUE MAS Y CON ELLO

Temor y pasión, euforia y dolor, luz y oscuridad son el éter que me envuelve en esta celda a la que llamo habitación(cuatro paredes y una ventana y una puerta, una mesa, una silla, libros, libros, libros) donde intento escribir y extenuado soy incapaz de pergeñar cualquier cosa que no sea unas anodinas y mediocres líneas de mierda que no dicen nada de nada. NADA. Sólo letras sin sentido alguno que hieren mis ojos como espinas cuando se posan incautos sobre ellas.
Y es que no me hallo; no me encuentro porque estoy perdido en elucubraciones de perezosa inconsciencia en el vacío donde he acabado viviendo. Todo aquí es plúmbea parsimonia impidiéndome saltar la valla, baja y lineal, que mi cobardía me ha auto impuesto en el horizonte de mis anhelos.
Jodidos anhelos.
Ya es de noche, creo, y me embarga una modorra soporífera que atenaza mis dedos y dudo. ¿Podré escribir algún día algo que me satisfaga o conmueva o emocione o perturbe, o tan sólo que impida que me odie como lo hago?,me pregunto mientras un bostezo se escapa apático por mi boca y se escurre hasta caer al suelo.
Turbio, todo son colores turbios en la paleta de mi alma, y más sucio es el pincel con el que pinto la vida, el pincel grosero de mi devenir del día a día con el que emborrono el lienzo de mi existencia.
¡Qué mierda estoy diciendo!, si este patetismo no es auto compasión... PATETISMO DE PATETICO... PALABRA COMUN EN OTRA BOCA QUE NO ES LA MIA.
Dicen los que saben que el escritor se forja despacio, lentamente, minuto a minuto, hora tras hora, días seguidos de días que forman meses y estos años; y Bukowski era un borracho, me entran ganas de reír. ¡TRES HURRAS POR EL CARTERO!
Él lo sabía.
He abierto una botella; de vodka, y su cristal centellea con la mortecina luz de la pantalla velando mi insomnio.
Doy un beso prolongado y me concentro de nuevo, al menos lo intento, como un loco sin medicamentos que ve poco a poco resquebrajarse la porcelana de sus pensamientos. Y sonríe feliz, babeando, escupiendo palabras, signos insólitos de mandril lobotomizado.
Fijando mi vista en la pantalla comienzo a escribir incoherencias buscando en una frase cualquiera la inspiración, en cualquiera, pero no hablo sobre nada, todas las palabras son un reflejo de mi interior: hueras, frías....
Me desespero, un malestar corrosivo me sube del estomago y lo peor es sentir como sube, cómo primero trepa ávido por mi esófago y luego mi traquea y laringe y se queda en mi boca dejándome un sabor amargo de bilis mezclada con vodka, néctar purulento de intestinos.
En un pueril intento de disiparlo le doy otro trago a la botella y me enciendo un cigarro; luego otro trago, y otro, y ya me voy sintiendo un poco confortado, incluso lúcido y despierto, borracho. Eso es bueno.
Al fin, como un boxeador al que habían tirado a la lona me recupero cuando oigo el nueve y comienzo a escribir aporreando con ardor las teclas, pero ya estoy tocado y el ardor dura poco, simplemente lanzo puñetazos al aire porque a cada frase me surgen dudas : ¿qué escribo? ¿cómo sigo? ¿de qué hablo? Ni siquiera soy consciente de las cenizas que van cayendo de mis labios y se posan en las teclas, entre las teclas, en mis dedos hasta que pasa un buen rato y ya he dispersado por el teclado el polvo gris de mi indigencia creativa. Sólo me queda entonces soplar pero la ceniza, terca, se niega a marcharse y a cada soplo veo resignado cómo se instala entre las rendijas escondiéndose aún más de mí, como ideas que se escabullen cuando respiro.
Otro trago.
Otra calada. Estoy noqueado.
Aplasto la colilla en el cenicero con rabia, ejecutándola como cabeza de turco hasta que mis dedos acaban tiznados y cierro los ojos oyendo de nuevo la cuenta como un sonsonete en el oído, 1, 2.....,8....9, bruscamente me levanto y casi tiro la silla y la botella, miento, la botella no porque mi mano no ha dejado en ningún momento de aferrarla como a un salvavidas controlada por el hemisferio subversivo de mi cerebro. Traidor...
Acabo sentado en el suelo cubriéndome la cara con las manos, estas manos que están temblando y hacen zozobrar el cosmos de mi ser acariciando mis lágrimas de vagabundo ebrio obteniendo que se mezclen con las manchas brunas de la punta de mis dedos como petróleo violando una playa.
A través de ellos miro la botella, pervertidora; tan seductora como UNA MINA EN PELOTAS...
Aquella parte de mí que me ha traicionado me susurra con malicia, me conmina a levantarme y recogerla, abrirla y beber de ella, a arrastrarme, pero esta vez permanezco quieto, como si mi cuerpo hubiese mudado en piedra y mi mente careciese de poder sobre ella, fuerza para asirla y tirar de ella por más que empuja y empuja. En cambio me derrumbo y quedo fláccido sobre el suelo contemplando el techo con mirada vidriosa, ajena, como quien mira a través de las cristaleras de una gran iglesia, pero en vez de vivos colores mis ojos miran por cristales opacos que adulteran la realidad y me turban, no podía ser menos.
Entonces los cierro y mi oscuridad se llena de centellas revoltosas que me deslumbran y aguijonean como torvas luciérnagas y avispones exigiendo que abra los ojos y me levante. Hijas de puta....
Comenzar a cavilar y discurrir y reflexionar sobre esto me pone nervioso, me angustia, me atrapa dentro de una burbuja de latón donde sólo percibo el tamborileo rítmico de mi corazón y sudor frío como gelatina deslizándose por la piel hasta que no lo aguanto más y me levanto desesperado para lanzarme al ordenador y apagarlo.
DIOS, ¿qué me pasa?. Me intento relajar respirando profundamente, reteniendo el oxigeno en mi interior hasta que lo expulso despacio, muy pero que muy despacio intentando exorcizar con ello las sombras danzantes que me circundan.
Habrá, de algún modo, que hacer soportable la espera. De nuevo saldrá, como todos los días y no sé dónde me va a descubrir esta vez, tirado, exhausto en algún sitio o en algún tugurio o en alguna cama que no es la mía embadurnado de perfumes robados a la muerte. La mañana otra vez llegará con las manos vacías, sin esperanzas, y sólo tal vez algún día no estaré esperándola...

Tuesday, December 26, 2006

UN INCOHERENTE MAS OTRO MENOS...DEFINE TU BANDO

Creo andar, y me parece que creo bien, por un cielo de porcelana ambarina mientras el tiempo se escurre deshaciéndose lentamente en frágiles gotas de gelatina teñidas de azul y me adentro con recelo en el oscuro, crujiente y ceñudo bosque de metales atrofiados, negro, repulsivo, prepotente y odioso, detestable, con largos cabellos enmarañados de azófar lacerando obscenamente al céfiro incauto y veo venir en ondas iridiscentes a la mujer ceñida en aura de caoba ardiendo que, sin darse cuenta, va dejando tras de sí una estela de polvo nacarado y brillante y pulido y a la vez sucio como manos de vagabundo. Pero eso fue hace tiempo, cuando el tiempo se podía leer de otra manera, de una forma más sutil e inocente e ingenua, antes de empezar a ver y a hablar a los monstruos vestidos con batines de glauco satén y mascaras cetrinas con ojos protuberante carentes de vida, fríos, gélidos y negros como la noche y blancos como la muerte asomando como tentáculos fisgones palpando y escrutando la existencia. Y nadie lee, la lectura está escrupulosamente reservada para los ciegos intuitivos que tienen tratos con Lucifer y además, Y ADEMÁS, desean y anhelan el fuego bruno que a veces regala riendo, pobres locos, y a Ella le extirparon con tenazas incandescentes la intuición y le robaron sin ningún escrúpulo el deseo y el anhelo con palabras que cubrían cual bonito y hermoso papel de colores viejas cuchillas oxidadas. Fue un acto facultativo rutinario, siempre es lo que Ellos dicen ocultos tras sus mascaras de carnaval, para tratarla y curar sus miedos y pesadillas y encajarla de nuevo en su celda lóbrega de cordura social al lado de los que roen con fruición el mundo como un cáncer que compra y vende acciones en Bolsa. Altruistas todos, le regalaron otra clase de locura. Aún así, ya todo esto es indiferente, es historia truculenta que a nadie importa y cuando al fin pasa a mi lado exigiéndome unas monedas se hace el INMENSO vacío de la vida Ella; ¿TE HE DICHO TAL VEZ QUE TE PODRÍA MATAR? Yo, como puede que hagan otros, respondo silente: Quizás me lo hayas dicho en algún momento donde el tiempo se detuvo e intentamos mirar al cielo, pero ya no lo recuerdo, no, y a lo mejor tampoco importa. Al momento me olvido. ¿Qué si no? Ahora es necesario seguir mi camino cargando con el peso del vacío y me arrastro jactancioso y allí me desvanezco en las procelosas aguas del olvido para ser uno más, uno de tantos seres que expelen, quienes los tuvieron en algún tiempo pretérito, sus sueños olvidados, contaminando el aire de sucias miasmas y hedores de orgánicas cloacas donde las ratas chillan auxilio. Y cómo chillan, para volverle a uno loco. Mis dedos teclean y teclean y teclean enfurecidos, ajenos al olor de las flores que en alguna parte colman con su aroma el aire que perderá su virginidad cuando hasta aquí aturdido llegue entre mefíticos vapores de difusos colores. Y sigo con enojosa indiferencia escribiendo crípticas palabras extravagantes, cifras y dígitos extraños, vocablos exóticos y confusos signos algebraicos en rijosas formulas cuyo semen tragan los hombres y las máquinas como sangre de Cristo. Aquí nada de poesía. La poesía está prohibida. Cierro los ojos y respiro, brevemente, un descanso sútil y evanescente mientras mis dedos siguen tecleando en la distancia movidos, quizás, oiganme ustedes, o léanme, que pienso sin duda que la sociedad habrá dado un paso de gigante como nunca antes en la historia cuando una puta logre el premio Novel de literatura. Bien, yo a lo mío, que ni es mucho ni es poco, notando con terror o indiferencia que tecleando se me escurren los minutos de entre los dedos como agua, y me pregunto si todo esto tendrá algún sentido, aunque sea insignificante, nimio, pero que pueda ofrecer alguna respuesta al caos de la razón. El agua al caer, me doy cuenta, se pierde evasivo por un oculto sumidero de basalto y se escapa, desaparece; el tiempo. Debería conseguirme material y fumarme marihuana o esnifarme Especial-K(ketamina) o beber LSD deteniendo el tiempo para echar de nuevo una buena partida de ajedrez con Cronos, el precavido, aunque reconozco que soy demasiado malo, vergonzosamente horrible, y siempre consigue hacerme jaque mate con uno de sus peones; pero estoy seguro de que hace trampas de alguna manera, se come sin ningún tapujo demasiado pronto mis piezas. De veras...